sábado, 10 de diciembre de 2011

Ojalá. Ojalá...

Ojalá mis inseguridades se lo coman,
que lo devoren completo...
Que mis momentos de catársis,
le revienten el corazón.

Qué llegue a su casa, que vea una libélula,
cualquier pretexto de mi recuerdo,
que cada vez que le traicionen, recuerde,
que destruyó al único corazón que se pensó para él.

Que vea tantos ojos, tantos como pueda,
que los vea vacíos, que los vea sin mi miel, sin mi verde...
y no como a este par de ojos que se sentían brillar
sólo por reflejar la luz que tenían de frente al verle.

Qué sea él el que se arrepienta, el que me busque,
el que le pida a la vida que nos vuelva a encontrar,
al que le toque la estocada final... la muerte de todo esto,
que todo eso lo viva él sólo...

Qué sea él el que no pueda estar sin recordar donde me vió,
cómo me vió, cómo me tocó y cómo me sintió...
Que escuche mi risa al llegar a su casa vacía, sin mi,
sin el cariño mío que lo llenaba todo sin él saberlo.

Ahora sabría que todo estaba lleno de mi, que me dejó ir,
porque ahora, como siempre, sólo sentirá la ausencia de todo,
de mi, de mi risa, de mis ojos, de mi voz, de mi piel...
De mi vida que le ofreció la posibilidad de darle más vida al mundo.

Ojalá me hubiese visto llorar,
ojalá viera lo decepcionante que fue,
lo que fue conocerlo, lo que fue descubrir quién era él.
Ya él me lo había dicho: "Tu no me conoces..."

Qué se le llene la casa de recuerdos, de oscuridad...
de voces que no lo dejen dormir, que su auto desprenda mi olor...
Que sus manos le suden en ansias por tocarme,
por quererme cerca, por querer mi cintura...

Qué se le devuelva toda la fé perdida en sus años de vida,
y que la invierta en esperar y pedir que regrese a él,
que sepa lo que es vivir y morir cada día esperando,
viendo mi nombre y ver que no le hablará...

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